International Space Camp 2003
25 de julio al 2 de agosto
Autora: Elisa Chisari 5º 1ª 2003
Durante una semana todos los años, la National Space and Aeronautics Administration (NASA) de los Estados Unidos invita a alumnos y profesores de distintos países a participar en cursos de entrenamiento como astronautas y a interiorizarse en temas de ingeniería aeroespacial, astronomía, etc. Argentina ha tenido la suerte, desde 1991, de encontrarse entre los países invitados por este organismo. La Comisión Nacional de Actividades Espaciales es la encargada, en nuestro país, de seleccionar a los dos alumnos (una mujer y un hombre) y al profesor o profesora que concurrirán a este evento.
Los requisitos a cumplir son los siguientes: tener entre 15 y 18 años y estar cursando el colegio secundario; buen nivel de inglés; promedio mayor a 8 en los dos años inmediatamente anteriores a la presentación a la beca; realizar actividades extracurriculares; tener algún trabajo de investigación o monografía sobre algún tema en particular. Los candidatos preselecionados son luego llamados a entrevistas personales que definen la decisión del jurado. La estadía en la NASA es pagada por el mismo organismo, mientras que los pasajes deben ser adquiridos en Buenos Aires.
El Space Camp de la NASA se ubica en el Centro Espacial Marshall, en Huntsville, Alabama. Allí, cada julio o agosto se realiza el International Space Camp. Estudiantes y profesores de alrededor de 30 países del mundo se encuentran en esta oportunidad para compartir juntos una semana inolvidable. En el 2003, asistimos al Space Camp como representantes argentinos: Nicolás Aragón (estudiante, 18 años, Las Breñas, Chaco), Debora Primrose (profesora de Biología, Hurlingham, Buenos Aires) y Elisa Chisari (estudiante, 17 años, Ciudad Autónoma de Buenos Aires).
El día oficial de bienvenida incluía un “Desfile de Naciones”. Éste consistía en un acto con una breve presentación de parte de la delegación de cada país, vestida en sus trajes típicos. Ese mismo día nos asignaron “tracks” y equipos para el resto de la semana. Las tracks eran las funciones que una persona podía desempeñar en las misiones simuladas. Las posibilidades eran tres: especialistas de misión, especialistas de carga y pilotos. A los estudiantes argentinos nos correspondió el papel de pilotos. Además, el contingente fue dividido en cinco equipos: Von Braun, Oberth, Goddard, Von Tiesenhausen y Tsiolkovsky. Cada equipo estaba integrado por seis personas de cada track y dirigido por dos coordinadores.
Algunas de las actividades se hacían con los miembros del equipo (en mi caso, el Von Braun) pertenecientes a una misma track. También se hacían actividades conjuntas de todo el equipo. En primer lugar, hubo clases de astronomía general, radioastronomía y fenomenología solar; aunque no pudimos utilizar los telescopios debido al mal tiempo. Además, tuvimos acceso a muchos de los simuladores disponibles. Uno de ellos, el Space Shot, consistía en una especie de ascensor gigante, con una fila de asientos rodeando un torre metálica; una persona sentada allí era acelerada hacia arriba a una altura de 50 m y luego dejada en libertad, experimentando una caída libre. Se buscaba recrear las sensaciones de los astronautas durante el despegue y el aterrizaje. Por otro lado, el G-Force era una habitación circular que acelerada con 3 veces la aceleración de la gravedad, giraba haciendo que quienes se encontraran en su interior quedaran pegados a las paredes (experimentando, así, una fuerza centrífuga). El Mars Simulator era otro tipo de simulador en el que uno recorría Marte subido a una montaña rusa. También tuve la oportunidad de probar el simulador lunar, que consistía en una silla a la que la persona se subía para recrear la fuerza de gravedad de la Luna (un sexto de la de la Tierra); aprendíamos entonces los distintos tipos de saltos que Neil Armstrong y otros astronautas del programa Apolo efectuaban para desplazarse sobre la superficie del satélite.
Además de los simuladores y torneos, pudimos asistir al IMAX, un cine semiesférico de un tamaño impresionante que pasaba documentales de corta duración sobre aviones y helicópteros o la vida en el espacio. También hubo visitas al museo de historia espacial y al invernadero de cultivos hidropónicos. Finalmente, el Dr. Von Tiesenhausen, ingeniero alemán que diseñó el vehículo lunar que utilizaron los miembros del Apolo, ofreció una charla sobre cosmología.
En cuanto a las misiones, se realizan tres de una hora y media de duración (Alfa, Bravo y Charlie) y una misión de seis horas. Para cada misión se le asigna a cada estudiante una posición específica en uno de los siguientes lugares: el transbordador espacial, la Estación Espacial Internacional o el control de misión. En mi caso, mis funciones variaron entre: comandante del transbordador, operadora de vuelo y directora de vuelo, respectivamente. El operador de vuelo en la Estación debe realizar experimentos y asegurarse de que la órbita de la Estación no decaiga. El director de vuelo en Houston se encarga de supervisar al resto del personal del control de la misión y de localizar problemas en el transbordador y solucionarlos. Para la misión de seis horas, a los estudiantes pueden elegir qué cargo desempeñar. Durante las misiones deben seguirse los manuales, que definen procedimientos principales y auxiliares (en caso de fallas). Las anomalías que pueden producirse son de todo tipo: técnicas, no reglamentadas (uno debe buscar una posible solución según lo aprendido en el transcurso de la semana) y médicas. Estas últimas consisten en actuaciones de parte de los miembros de la tripulación de enfermedades asignadas por los coordinadores que complican el desarrollo de la misión.
Pero el asistir al International Space Camp no es sólo una experiencia didáctica y emocionante para quienes estén interesados en la ingeniería, la astronomía o la exploración espacial. Constituye, en verdad, un intercambio cultural fascinante.
Información sobre la beca en https://www.argentina.gob.ar/ciencia/conae